Yo te he poseído, oh hija de Kypros!
Pálida, te serví tu voluptuosidad cruel...¡
Yo poseí, a la luz de las antorchas de Hésperos,
tu cuerpo divino e inmortal!
Y mi carne conoció el sol de la tuya.
Yo extinguí la llama, y la sombra y el rocío...
Tu gemido moría como el mar,
lascivo y roto.
Mortal, bebí en la copa, de los dioses
aparté el azul ondulante de tus velos
y mi caricia hizo agonizar tus ojos
sobre tu lecho de estrellas.
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