jueves, 18 de octubre de 2007

Historia de la homosexualidad masculina

Resumen histórico.

La Historia la escriben los vencedores. Deciden lo que recordaremos y lo que ocultaremos. Al mirar cualquier libro de texto de historia, podríamos creer que ninguna sociedad celebró el amor entre hombres, que jamás un pintor, un poeta o un papa abrieron u cama o su corazón a otro hombre. Las pruebas del amor homosexual fueron discretamente suprimidas, como se hizo con griegos y romanos, o rápidamente destruidas, como se viene haciendo en la actualidad con las muestras de arte inca y maya que se han hallado recientemente. El resultado de este engaño ha sido una polarización innecesaria de la sociedad y un sufrimiento, jamás reconocido, padecido por las personas que se enamoran de otras de su mismo sexo.
Libres de censuras, los antecedentes históricos revelan que la realidad es exactamente la contraria: que el instito del amor entre hombres es una constante universal. Lo único que varía es la actitud de la sociedad. Todas las culturas han regulado el amor entre hombres tejiendo diferentes rituales más o menos elaborados. Y algunas han intentado, sin éxito, hacerlo desaparecer. En general, el amor entre hombres formaba parte del tejido social y religioso. Desde las ciudades-estado de la antigua Grecia o desde Roma y sus emperadores (entre otros, Trajano y Adriano) hasta los chamanes siberianos o los sanadores de dos espíritus de los indios norteamericanos o los miembros de las tribus africanas, pasando por los emperadores o los eruditos chinos, gente de todo el mundo entendía y respetaba la existencia de la vulnerabilidad del hombre frente a la belleza de otros hombres.
En la antigua Grecia, el amor entre hombres era análogo en multitud de aspectos a los matrimonios de la época; se consideraban igual de importantes en la vida del individuo y encontraban su sitio en el marco de la mitología griega. Era la piedra angular de una tradición cultural en cuyo seno nacieron hace 2.500 años la democracia, el teatro, la filosofía, las matemáticas, la historia… Se consideraba que el amor masculino sacaba a la luz las mejores cualidades de un joven, particularmente su hombría y su valor. En la guerra, los soldados solían pelear codo con codo con sus amados, como en el famoso Batallón Sagrado de Tebas; con posterioridad, bajo el mando de Alejandro Magno y su amante Hefestión, los griegos conquistaron todo el mundo conocido.
En Japón, los aprendices de samurai solían emparejarse con guerreros mayores para ser formados en las artes del amor y de la guerra y el shogun tenía, además de sus concubinas, multitud de amantes masculinos, sus "nanshoku", inmortalizados por los pintores y escritores shunga, que inmortalizaron el "shudo", el camino de los efebos. En los países musulmanes, famosos poetas árabes e iraníes, tales como Hafiz i-Shirazi y Abu Nuwas loaron y maldijeron a la vez las bellezas de los jóvenes. Los hombres santos sufíes, desde la India hasta Turquía intentaron encontrar a Alá en la belleza de jóvenes imberbes. Los escritores inmortalizaron historias de amor homosexual en Las Mil y Una Noches. Hubo artistas tales como Riza i-Abassi, que deleitaron a reyes y príncipes con miniaturas y caligrafías persas exquisitamente trabajadas. Los mulás y los censores se revolvieron contra estas historias de amor entre hombres, pero éstas eran celebradas por hombres de todos los extractos de la sociedad, desde califas a porteadores, y todos deseaban ser servidos por "chicos de juventud eterna, tan bellos como las perlas" cuando llegasen al paraíso.
En Ameríca del Norte y en Siberia, ya en la Edad de Piedra, las tradiciones chamánicas reconocían los poderes espirtuales singulares de estos hombres y mujeres atraídos por el amor homosexual, como vemos en la tradición de los amerindios de los hombres de dos espíritus, que sobrevive aún hoy en día.
En el occidente pre-moderno, el amor entre hombres sobrevivió prácticamente oculto y sólo salía a la superficie cuando los amantes tenían la desgracia de verse descubiertos o cuando artistas. suficientemente resueltos para mofarse de las convenciones osaban mencionarlo. Multitud de artistas o músicos o poetas describieron el amor entre hombres, pero siempre de forma oculta. Miguel Ángel, por ejemplo, adornó la Capilla Sixtina con espléndidos desnudos masculinos. Shakespeare, que cantó a su amado en sus sonetos; Blake, quien se revolvió contra los clérigos que "con zarzas atan mis alegrías y mis deseos"; Withman cantó al cuerpo eléctrico.
La lista de celebridades, artistas, hombres de Estado, personalidades de la Iglesia, caballeros y villanos que sintieron la atracción del amor hacia otros hombres -sólo o junto con el amor hacia mujeres- es infinita.

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