
El primer paso de un doble espíritu se daba durante la infancia. El ritual papago simboliza esta integración temprana. Si los padres notaban que su hijo no estaba demasiado interesado en los juegos de niños o en las actividades de hombres, organizaban una ceremonia para determinar cómo debían criarlo. Hacían una cerca, en cuyo centro colocaban un arco (instrumento de hombres) y una cesta (de mujeres). Se decía al niño que se metiese en el cercado y que sacase algo y, cuando entraba, se prendía fuego a la cerca. "Miraban lo que llevaba consigo al salir, y si era la cesta, se asumía que era un berdache".
El ritual de los indios mojaves solía desarrollarse cuando el niño tenía entre 9 y 12 años de edad: se preparaba un círculo de cantantes, sin que el niño lo supiera, en que tomaban todos parte, incluidos amigos y parientes lejanos. El día de la ceremonia, todos se reunían y se llevaba al niño al centro del círculo. Si permanecía dentro, el cantante, oculto entre la multitud, empezaba un cántico ritual. Si el niño estaba llamado a seguir el camino de los dobles espíritus, empezaba a bailar como una mujer. Los mojaves decían "No puede evitarlo". Tras la cuarta canción, se proclamaba al chico persona de doble espíritu y, desde ese momento, se le criaba adecuadamente, conforme a esa condición.
No sólo todas las tribus reconocían la existencia de los dobles espíritus, sino que cada una le daba un nombre. Esta abundancia de denominaciones nos da fe de la familiaridad de los indios norteamericanos con las personas que cambiaban de género.
En la vida diaria, el varón de doble espíritu solía llevar ropas de mujer y hacer trabajos de mujer. Se le aceptaba como "una de las chicas". Podía coger por marido a uno de los hombres de la tribu, o tener relaciones con varios, o ambas cosas. Generalmente, se suponía que los varones de doble espíritu no tenían relaciones con mujeres. Pero ninguna de estas "normas" era demasiado fija.
Otras características que los nativos asocian con los dobles espíritus y que ayudan a explicar su deseabilidad como parejas son una capacidad muy desarrollada de interactuar con y enseñar a los niños, una naturaleza generosa y capacidades artísticas e intelectuales excepcionales.
Si se puede extraer una conclusión de lo que sabemos sobre la variación de géneros en las sociedades indias tradicionales, ésta es que la flexibilidad de roles de género es considerada positivamente como un aspecto escaso y precioso de la experiencia humana, un talento especial para vivir la vida con frescura, espontaneidad y autenticidad, enriqueciendo y fortaleciendo las vidas de todo el entrono. La sofisticación psicológica de las tribus indias norteamericanas es un legado duradero que permitió identificar a las personas de doble espíritu como motores de creatividad, cambio e innovación (por mucha que haya en otras culturas y siga habiendo en la nuestra) y coadyuvó en la creación del espacio sagrado en el que estas personas podían manifestarse.
Como dijo Joe Medicine Crow, un tradicionalista de la tribu crow, a Walter Williams: "nosotros, a diferencia de la sociedad blanca, no desperdiciamos gente. Cada persona tiene un don".
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